sábado, 2 de enero de 2010

Finalmente internet es el barrio.

Hace un par de años, solía sentarme a fumar en la vereda mientras le daba una mano a mi hijo en un restaurante que tenía en Palermo.
Prácticamente todos los días hábiles, un muchacho rubio y de aspecto judío pasaba delante mío cuando iba a comprar algo al quiosco.
Nunca nos saludábamos pero teníamos consciencia de la presencia mutua.
Así transcurrieron varios meses.
Una noche, irritado por una nueva manía de los locutores de transmutar la “sh” en “y”, pronunciando “Yératon”, “yow” y hasta un inenarrable “peyeto con papas” cometido por una locutora de radio Ciudad, googlée esas palabras y fuí a parar a un blog en el cual una mujer, tan ultrajada como yo, se quejaba de esa horrorosa pronunciación.
Le dejé mi solidaridad por escrito y, antes de abandonar la página, me pasée por ella.
Y justo ahí ví una foto con el rubio de la esquina, coronado con una kipá blanca y un talit también blanco, junto a una novia, notoriamente turca de ojos oscuros.
Al día siguiente, encaramado sobre mi sillón de lona en la vereda del restaurante, esperé a que pasara el ñato y sin saludarlo le pregunté:
“Vos te llamás Rubén Weinsteiner?”
Asintió sorprendido.
“Y tu mujer se llama Valeria Douek?”
Antes de que la cara de alarma se transformara en una agresión, le expliqué como lo habia encontrado en internet.
Nos volvimos grandes amigos y socios, ya que Rubén es un periodista y economista especializado en la web 2.0. y su agencia de noticias se encontraba exactamente un  piso más arriba del restaurante de mi hijo Pablo.
Los bytes vuelan por el espacio de satélite en satélite a estaciones de recepción en Balcarce o Singapur, se alojan en servers en Texas o Dublin, circulan por internet a través de decenas de computadoras, son transportados por fibra óptica hasta mi estudio y resulta que hoy ese es el largo y complejo camino para que el tipo que es mi vecino y yo nos conozcamos.
La magnitud de internet, con sus billones de páginas y sus millones de petabytes_tendiendo a ser hexa, zeta y yotabytes, todo creciendo inconmensurablemente, no es otra cosa que una simple y enorme magnificación de las relaciones que existían en la tribu que estaba formada por unos cien miembros, prácticamente la misma cantidad de amigos que tengo en mi Facebook.
La pregunta es inevitable: la aldea global y mi barrio no son la misma cosa diferenciadas sólo por sus tamaños?



4 comentarios:

Rubén dijo...

Lo que empresarios, aspirantes y detentadores de cualquier cargo están recién comenzando a entender, es que Internet es el barrio del cuál no te podés mudar, ya que los otros barrios desaparecieron. En el mismo trabajás, interactuás, conocés a tu pareja, construís un nombre, una reputación, y proyectás lo que sos y hacés. Lo que si podés elegir, es si quedarte todo el día en tu casa, o salir a caminar por las calles de tu inmenso y ahora infinito barrio.

Valeria Duek dijo...

En fin...como decía una terapeuta mía, el mundo es un moco (o como te dije una vez un knishe - con sh); sin mencionar que ayer vos y Lía se sentaron de casualidad al lado de mi mamá en el cine.
Me voy a tomar mate y feliz domingo para todos.

Anquises dijo...

Me complace imaginar el mundo como mi barrio. Internet ha transformado la desmesurada urbe romana en una polis griega, donde todos somos vecinos, pero queda por ver si habremos de merecer el título de ciudadanos de la flamante cosmópolis.

Aldo Barberis-Rusca dijo...

Como decía un director de cine: "La humanidad son 500 personas y el resto es casting"